Hola, Normary. Bienvenida y gracias por querer compartir y dar visibilidad a la tan reciente muerte de tu bebé.
- ¿En qué fecha murió tu hija? ¿Cuál es la fecha en la que debería haber nacido?
Mi inquieta princesa Itzae murió el 14 de marzo de 2020. Debió haber nacido según la fecha probable el 24 de abril.
- ¿ Cómo fue el embarazo?
Me enteré cuando ya tenía casi 4 meses. Mis primeras ecos salieron todas bien; estaba en perfecto estado. Nunca tuve ningún problema de sangrado ni dolor, nada; podía caminar tranquilamente ya que, como soy delgada, no tenía mucha panza. Cuando tuve mi sexto mes no pude realizarme la eco por problemas económicos y como el doctor no me la pedía, lo dejé pasar y decidí hacerlo días antes de ir a mi próxima consulta (mi médico no tenía el equipo para hacer ecos, aquí en Venezuela se hace en centro privado y se le lleva al doctor en el público)
- ¿Cuál fue el motivo de su fallecimiento? ¿Qué sentiste como mamá que te alertase de que algo no iba correctamente?
Sólo noté que mi panza no había crecido. Yo la medía constantemente para saber cuánto crecía. Cuando llegué a la consulta el doctor se había ido de viaje y, por lo tanto, fui a otro médico al día siguiente. Al hacerme la eco el doctor buscó y lo hizo dos veces antes de decirme esas palabras: “no hay latidos”. Ahí deseas ser tú la que no tenga latido. Yo sólo decía “no puede ser, yo la sentí anoche, ¿cómo que ahora no?” Mi cuñada me acompañaba en ese momento, no lo podía creer. Mi pareja esperaba afuera y no me salían las palabras para decirle que la bebé estaba muerta. Él decía con rabia “¿cómo que no tiene latidos?” Yo estaba perdida en esas palabras y según perdí el líquido hablaba por inercia. Mi mundo estaba apagado, sin ruido y vacío; yo estaba muerta en vida.
- ¿Cómo fue el trato en el hospital? ¿Te informaron de todo correctamente?
Me dirigí al hospital inmediatamente ya que el doctor me indicó que por mi bebé no se podía hacer nada pero que mi vida se ponía en riesgo porque no se sabía cuánto tiempo llevaba muerta. Al llegar me atendieron digamos que bien, me explicaron que debía expulsar a mi bebé por parto vaginal, todo el proceso y ahí comenzó mi cruda realidad. Fue un proceso largo y cada vez más doloroso: primero, por ver a muchas chicas cómo daban a luz a sus bebés vivos frente a mí y, segundo, los dolores que producía el mesoprostol en mí para expulsar a mi bebé, que por el estado de shock o de no aceptar que estaba muerta guardaba una esperanza de que al parir mi bebé estuviese viva y el doctor se hubiese equivocado. Como tenía 7 meses sabía que mi bebé podría nacer bien. Ingresé al hospital a las 10:30 am y tuve a mi bebé por parto vaginal el día domingo 15 de abril del presente año a las 12:45 am. Fue el momento único, especial, feliz, de poder ver cómo era, y el peor porque estaba en realidad muerta. Mi esperanza se fue. Era hermosa. Sólo la pude ver 10 minutos. Le pregunté al doctor que me atendió por qué había fallecido; sólo dijo “cosas que pasan, muchos factores”, pero en realidad ella estaba sana y completa. Midió 41cm y peso 1,655 kg.
Pedí enterrarla y me dijeron “tranquila, eso se queda en la morgue que luego se encarga de desecharla”. Le dije enojada que no, que yo la retiraría, que quería hablar con mi pareja para que él la retirara, ya que no veía a mi pareja desde que entré al hospital y él no sabía nada de mí y, de paso, merece verla, por Dios, no es un desecho, es nuestra hija. Una enfermera me tranquilizó diciéndome que hablaría con mi pareja y haría todo los trámites para que la pudiéramos retirar. Me indicó que me ayudaría porque yo debía descansar para que el lunes me realizaran un legrado. Y así fue; a pocas horas pude ver a mi pareja quien estaba desesperado porque no sabía qué hacer, y esperar todo ese tiempo sin saber de mí… Sólo escuchaba mis gritos de dolor; pensaba que me podía perder a mí también y estas fueron sus palabras al verme: “me moría cada vez que te escuchaba gritar, sólo quería quitar a todos del medio y que me dejaran verte, porque ya sin ella estoy muerto y sin ti yo me muero”.
Gracias a Dios pudimos enterrarla, ponerle su ropita. Al salir y regresar vacía (en todos los sentidos) es horrible, pero lo peor era ver cómo mis pechos botaban leche y no poder amamantar a mi bebé, cosa que fue lo que siempre me preocupaba; que no pudiera dar leche para mi bebé, pero sí podía y mucho y no tenía mi bebé para dársela. Todo esto es muy duro porque fue mi primer bebé. No tenemos más hijos.
- ¿Qué sientes tú al llegar a casa sin tu bebé y ver sus cositas?
Durante el confinamiento hemos estado en casa de mi cuñada. Hace tres días pude regresar a casa. Fue realmente duro, fuerte, se volvió a mí todo de nuevo, como una película en cámara lenta; vi sus ropitas, sus pañales, en fin, todas sus cosas. Fue realmente triste, triste, lloré hasta que ya no pude más. Junto a mi esposo decidimos guardar todo tal cual.
Ayer estuve en el cementerio; mi esposo me llevó para que supiera dónde estaba enterrada y, bueno, esta vez cuando vi su tumba hubo un silencio en mí y sólo recordé en mi cabeza de manera repetida una y mil veces "no tiene latidos"; ese era el único ruido que escuchaba y mi corazón se partía en mil pedazos oprimiendo mi respiración y sólo pude decirle “que Dios te Bendiga, mi princesa”. No me pude quedar por mucho tiempo ya que es un sitio poco o casi inseguro por la cuarentena.
- ¿Estás en tratamiento psicológico? ¿En qué o quiénes te apoyas para sobrellevar el duelo?
No tenemos ayuda psicológica. Sí me gustaría ir pero debido a la pandemia esta difícil, pero estoy agradecida con el apoyo principal de los hermanos de mi esposo Diego, y de mis padres y hermanas por su ayuda y apoyo.
- Pregunta libre. ¿Qué te gustaría reivindicar o añadir?
Sólo me resta decir o contarles que es un dolor que te genera dudas sin respuestas, culpas, pero sobre todo deja un vacío que nadie ni nada lo va a llenar. Sólo sé que mi princesa inquieta está con Dios mejor que en este mundo de insensibles y sin conciencia en el que vivimos, y que cada vez en las noches que miro al cielo ahí está esa estrella brillante. Brillante, esa es mi Itzae (nombre indígena que significa Regalo de Dios) y que cuando ella vea conveniente hable con Dios para que me envíe mi bebé arco iris, y ella me ayude a cuidarlo desde el cielo, que de aquí en la tierra nos encargaremos de cuidarlo nosotros.
Quisiera añadir que debemos cuidar y atesorar cada momento porque no sabemos si volverá a pasar y no tengamos miedo a nada. La vida es corta y sólo hay una oportunidad de hacerlo.
A ti, gracias por permitirme contarles mi historia. Agradecidos mi esposo Diego y yo.
Gracias a ti, por querer contar tu historia.